TRADUCCIÓN DEL DISCURSO "I have a dream" de Martin Luther King Jr.
Para los alumnos de 3ro de secundaria de la materia de Oratoria:
Imprimir y llevar a clase para hacer lectura y análisis de discurso
MARTIN LUTHER KING JUNIOR
Clérigo
y político estadounidense ganador del Premio Nobel de la Paz:
1929-1968. Uno de los principales líderes de la resistencia no violenta a
la represión racial. El 4 de abril de 1968 King fue asesinado en
Memphis. Earl Ray, un preso blanco que había escapado de la prisión fue
arrestado por el asesinato; declarado culpable, fue sentenciado a 99
años de cárcel.
Gradas del Lincoln Memorial, Washington, agosto 28 de 1963
Estoy
orgulloso de reunirme con ustedes hoy en la que será ante la historia
la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestro país.
Hace
cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija
hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto
significó un gran rayo de luz y de esperanza para millones de esclavos
negros quemados en las llamas de una marchita injusticia; llegó como un
precioso amanecer al final de una larga noche de cautiverio. Pero cien años después, el negro aún no es libre; cien años después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por
las cadenas de la segregación y la discriminación; cien años después,
el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de
prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en
las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en
su propia tierra. Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una
condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de
nuestro país, a cobrar un cheque.
Cuando
los arquitectos de nuestra República escribieron las magníficas
palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia,
firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de ser heredero.
Este documento era la promesa de que a todos los hombres les serían
garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y
la búsqueda de la felicidad. Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha
incumplido ese pagaré en lo que concierne a sus ciudadanos negros. En
lugar de honrar esta sagrada obligación, Estados Unidos ha dado a los
negros un cheque sin fondos; un cheque que ha sido devuelto con el sello
de “fondos insuficientes”. Pero nos rehusamos a creer que el Banco de
la Justicia haya quebrado. Rehusamos creer que no haya suficientes
fondos en las grandes bóvedas de la oportunidad de este país. Por eso
hemos venido a cobrar este cheque; el cheque que nos colmará de las
riquezas de la libertad y de la seguridad de justicia.
También
hemos venido a este lugar sagrado para recordar a los Estados Unidos de
América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de tener
el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes. Ahora es el momento de
hacer realidad las promesas de democracia. Ahora es el momento de salir
del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado
de la justicia racial. Ahora es el momento de hacer de la justicia una
realidad para todos los hijos de Dios. Ahora es el momento de sacar a
nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial hacia la
roca sólida de la hermandad. Sería fatal para la nación pasar por alto
la urgencia del momento y no darle la importancia a la decisión de los
negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros,
no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e
igualdad.
1963
no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que
los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos, tendrán un
rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni
descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les
garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión
continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja
el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi
gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la
justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener
el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer
nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio.
Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la
dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta
creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a
las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física con la
fuerza del alma.
La maravillosa nueva militancia que ha envuelto
a la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la
gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo
evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino
está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la
nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa
de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay
quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, “¿cuándo
quedarán satisfechos?” Nunca podremos quedar satisfechos mientras
nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los
moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos
quedar satisfechos, mientras los negros sólo podamos trasladarnos de un
gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos,
mientras un negro de Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York
considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no
quedaremos satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la
rectitud como una poderosa corriente".
Sé
que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas y
tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas.
Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la
libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y
derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los
veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la
convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a
Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras
ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y
será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy
les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del
momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en
el sueño “americano”. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá
el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son
evidentes: que todos los hombres son creados iguales”. Sueño que un
día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos
y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se puedan sentar juntos
a la mesa de la hermandad. Sueño que un día, incluso el estado de
Misisipí, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la
opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia. Sueño que
mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados
por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad. ¡Hoy
tengo un sueño! Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador
escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los
negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negras, puedan
unir sus manos con las de los niños y niñas blancas y caminar unidos,
como hermanos y hermanas! ¡Hoy tengo un sueño! Sueño que algún día los
valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios
más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la
gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.
Esta
es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con
esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra de
esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de
nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe
podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel
juntos, defender la libertad, juntos, sabiendo que algún día seremos
libres. Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el
himno con un nuevo significado, “Mi país es tuyo. Dulce tierra de
libertad, a tí te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores
murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la
montaña, que repique la libertad”. Y si Estados Unidos ha de ser grande,
esto tendrá que hacerse realidad.
¡Que
repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva
Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de
Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las
Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas
cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las
sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: ! ¡Que repique la
libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad
desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde
cada pequeña colina y montaña de Misisipí! “De cada costado de la
montaña, que repique la libertad”. Cuando repique la libertad y la
dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en
cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos
de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y
católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo
espiritual negro:
“¡Libres al fin!
¡Libres al fin!
Gracias a Dios omnipotente
¡somos libres al fin!”